miércoles, 3 de abril de 2013

Ramas de la medicina que recibieron un gran aporte gracias a Al-andalus

De todas las ramas de la Medicina, la que menos adelantó fue la Anatomía, porque la religión islámica no permitía la disección de cadáveres; aceptaron los conocimientos anatómicos de Galeno con todos sus errores, aunque aprendieron algunas cosas sobre los músculos de los vivos y los huesos de tal o cual esqueleto abandonado en un campo o un camino. 

En cambio, la Patología y la Terapéutica, y, sobre todo, la Cirugía y la Higiene, se enriquecieron en experiencias y observaciones bien sistematizadas. Los cirujanos del siglo XI eran expertos operadores de cataratas, hemorroides y otras afecciones, detenían las hemorragias internas, fabricaban gafas, manejaban el cauterio y la anestesia (administrando una droga hecha con una planta llamada cizaña, hasta que el paciente quedaba inconsciente), describieron por primera vez numerosas enfermedades, tales como la viruela y el sarampión, y establecieron normas para el diagnóstico basándose, como Galeno, en el pulso y la orina. Conocieron el contagio antes que otros pueblos que estudiaron desde un punto de vista racional. Por ejemplo, los médicos de Granada observaron y estudiaron la propagación de la peste, y oponiéndose a la extendida creencia descubrieron y analizaron el contagio, casi totalmente desconocido entre los griegos, y lo explicaron sabiamente en sus tratados de Medicina, adelantándose a los médicos europeos del siglo XVI. Sus instrucciones para el tratamiento de la viruela y el sarampión, apenas podrían mejorarse hoy en día. Otros diagnósticos realizados de forma apropiada entonces fueron los de la difteria, lepra, rabia, diabetes, gota, epilepsia y hemofilia. Fueron siempre grandes entusiastas defensores del baño, especialmente en fiebres y en forma de baño de vapor. 

La rama que más avanzó entre los pueblos árabes fue la Oftalmología. Se le atribuía especial importancia al cuidado de los ojos y el oftalmólogo era un personaje familiar en la sociedad musulmana de Egipto, Irán o Al-Andalus, en la que simultáneamente practicaba la medicina y a menudo actuaba como consejero y psicólogo. Se estableció entonces un nexo estrecho entre el cerebro y el ojo conocimientos que hoy sorprenden por lo avanzados; de hecho, términos españoles como retina y catarata derivan del árabe. Los tratados sobre esta ciencia son los mejores hasta la aparición de los médicos franceses en el Renacimiento. 

También fue especialmente importante la Farmacología, con más de 600.000 manuscritos diseminados en las bibliotecas de todo el mundo. Establecieron las primeras farmacias y dispensarios, fundaron la primera escuela medieval de farmacia y escribieron grandes tratados de farmacología. Su etapa de esplendor se inició, precisamente, en al-Ándalus, a mediados del siglo X. A la antigua farmacopea le añadieron ámbar gris, alcanfor, casia, clavos de especia, mercurio, mirra; e introdujeron nuevos preparados farmacéuticos: jarabes (“sharáb”), julepes, agua de rosas, etc. Les pusieron nombres a las plantas en todas las lenguas conocidas: romance, beréber, griego, latín, árabe clásico, etc., lo que contribuyó a difundir los conocimientos de botánica y farmacología por medio mundo. Parte de todo este colosal trabajo se debió al malagueño Ibn Baitar, autor de una de las obras cumbre de la especialidad, “Colección de drogas sencillas y comida”, donde se enumeran alfabéticamente unas 1.400 medicinas de origen vegetal y mineral, muchas de ellas autóctonas de España y el Norte de África. En cada artículo, daba información sobre la preparación de la droga y su administración, propósito y dosis.


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